Hoy, El Club de los Viernes publica una entrevista sobre temas de actualidad relacionados con la inclinación “progre” de muchos liberales y libertarios, la actitud socialista de parte de la Iglesia Católica (aparte de Bergoglio), la familia ante el estatismo y perspectivas sobre el liberalismo conservador en Europa.
Francisco José Contreras (@fjconpe), socio de honor, es catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Sevilla así como autor de numerosos libros entre los cuales se encuentran: Liberalismo, catolicismo y ley natural, La batalla por la familia en Europa, Nueva Izquierda y Cristianismo, y Una defensa del liberalismo conservador.
A continuación exponemos el contenido de la entrevista.
No pocos liberales clásicos y libertarios creen que el liberalismo es una contraposición del conservadurismo, llegando a demonizar esta segunda corriente ideológico-intelectual y asumiendo todos los postulados relativistas y progresistas, hasta el punto que llegan a ser funcionales a la causa del marxismo cultural en cuestiones culturales y morales.
¿Qué cree que lleva a dichas personas a mantener una postura intelectual de ese estilo? ¿Puede que malinterpreten intencionadamente el ensayo hayekiano Por qué no soy conservador, en el que se dejaba clara una defensa del conservadurismo como respeto al orden espontáneo así como, por ende, a la tradición y otras instituciones naturales?
Bueno, mi libro Una defensa del liberalismo conservador trata básicamente sobre eso. Sostengo que el libertarianismo “progresista” es una degeneración del liberalismo que habría espantado a los liberales clásicos. Pues estos siempre fueron conscientes de que la sostenibilidad de la libertad dependía del mantenimiento de una “ecología moral” que incluía la práctica general de ciertas virtudes y la solidez de instituciones tradicionales como, especialmente, la familia. Sin familias fuertes capaces de engendrar y educar a ciudadanos virtuosos, la libertad terminará autodestruyéndose. Locke, Montesquieu, Adam Smith, Constant, Tocqueville, los Padres Fundadores de EE.UU., Lord Acton, etc. tuvieron esto muy claro. Nuestros libertario-progres contemporáneos parecen haberlo olvidado.
El artículo de Hayek “Por qué no soy conservador”, incluido como epílogo en Los fundamentos de la libertad, se presta, en efecto, a todos los equívocos. El “conservadurismo” que ataca Hayek es el reaccionarismo antiliberal del siglo XIX: De Maistre, Bonald, Carl Ludwig Von Haller, etc. Autores opuestos a la democracia, al libre mercado, a la igualdad ante la ley, a la libertad de imprenta, a la separación Iglesia-Estado, etc. Los liberal-conservadores contemporáneos no representamos eso. Las andanadas de Hayek se dirigen contra un espectro decimonónico. En cambio, todo lo que dice Hayek –tanto en Los fundamentos de la libertad como en La fatal arrogancia y otras obras- sobre el valor de las instituciones tradicionales como depósitos de “conocimiento disperso” y experiencia colectiva encaja precisamente en la óptica liberal-conservadora, y para nada en la de los libertario-progres. De hecho, Hayek reivindica a los viejos liberal-conservadores del estilo de Burke, Constant y Tocqueville, y lamenta que el liberalismo del siglo XX se haya alejado de ellos. Y no es necesario recordar que Burke es considerado el padre del conservadurismo anglosajón moderno.
Usted es autor de una obra bibliográfica titulada Liberalismo, catolicismo y ley natural, en la que evidencia la relación entre el liberalismo y el catolicismo (de hecho, el capitalismo no tuvo sus orígenes en la era protestante weberiana), cosa que también permite probar el hecho de que fuera una institución española como la Escuela de Salamanca la que influyera en los padres fundadores americanos y la prestigiosa Escuela Austriaca de Economía.
¿Por qué, a pesar de ello, no hay un fervoroso clamor contra la intervención estatal en el seno clerical español (aparte de que entidades como Cáritas hayan experimentado en los últimos años una deriva “podemita”)? También sería interesante su perspectiva sobre el hecho de que “se mantenga de perfil” ante muchas amenazas a la libertad que afectan a nuestro país.
La Iglesia tardó mucho en superar su nostalgia del Antiguo Régimen y aceptar sin reserva mental el nuevo orden democrático-liberal. Cuando por fin lo consiguió, a mediados del siglo XX, comenzó a sufrir una influencia marxista en parte de su clero, sobre todo en Hispanoamérica (la tristemente célebre “teología de la liberación”). El resultado de todo ello es que, en efecto, la doctrina social de la Iglesia ha seguido manteniendo serias reservas frente al libre mercado, aunque en el pontificado de Juan Pablo II se produjo un inicio de comprensión, plasmado sobre todo en la encíclica Centesimus annus. El pontificado del Papa actual ha representado, desde luego, un tremendo retroceso en ese aspecto. Los documentos del Papa Francisco sobre cuestiones económicas se sitúan en la línea de la “teología de la liberación”. El sector anticapitalista de la Iglesia –que siempre fue fuerte- se siente ahora reforzado. Los católicos partidarios de la libertad económica nos sentimos desanimados y deslegitimados por el magisterio.
Europa Occidental es la región europea donde no solo hay mayor proporción de nihilismo secular, sino un elevado riesgo de islamización. En barrios de ciudades alemanas, belgas, francesas e inglesas ya no existe el imperio de la Ley, no pudiendo intervenir en los mismos las autoridades policiales. La criminalidad ha incrementado también: por ejemplo, en cuanto a violaciones.
Ello evidencia que es urgente determinar alguna acción si queremos preservar los valores occidentales, de la civilización cristiana, y garantes de nuestra libertad. No obstante, ¿cree que bastaría con acabar con el Estado del Bienestar y controlar la inmigración? ¿O también dependerá de lo que tardemos en reafirmarnos los europeos (en cuanto a valores religiosos)?
Sí, parece darse una pulsión de muerte en la civilización occidental. Se manifiesta, por ejemplo, en la dimisión de la procreación: la tasa de fecundidad en Europa es un 30% inferior al índice de reemplazo generacional. Se manifiesta también en el declive de la familia: el matrimonio está en franco retroceso, desplazado por la unión libre, más frágil e infecunda en promedio (lógicamente, uno se lo piensa dos veces antes de tener un hijo con un partner efímero). Y en la autodenigración civilizacional: los “progresistas” conciben la historia europea como una larga noche de autoritarismo, racismo, clasismo, sexismo y opresión. Incapaz de reproducirse o de valorar su propia identidad colectiva, Europa parece resignada a dejarse invadir por inmigrantes de otras culturas. Es la solución que parecen haber escogido las élites para el invierno demográfico: la “gran sustitución”. Es una falsa solución, pues las sociedades multiculturales suelen ser muy problemáticas (sobre todo, cuando el Islam es uno de los ingredientes del cóctel, como es el caso): ahí están las guerras civiles de Líbano, Bosnia-Herzegovina, Chechenia, Siria, Sudán… o la situación actual de acoso a la minoría blanca en Sudáfrica. Y ahí están también Möllenbeck, Saint Denis, Malmö o Rotherham. Y la sala de conciertos Bataclan. Además, supone la rapiña inmoral de capital humano del Tercer Mundo por parte de una sociedad rica, envejecida y decadente, a la que le da pereza procrear.
La familia, última división de orden inferior, y primer nivel al que puede y debe recurrir el individuo en base al principio de subsidiariedad, es un obstáculo para los burócratas. Prueba de ello es que socialistas y comunistas recelan de dicha institución y no se preocupan de las consecuencias de que sus incentivos y proyectos de ingeniería social acaben con las sociedades florecientes.
Dicho esto, ¿en qué medida cree que el Estado ha podido ser una amenaza para las mismas, en la medida en la que puedan existir competencias educativas y propagandísticas que hagan factible el adoctrinamiento de género y el asistencialismo ha promovido valores como el cortoplacismo y el hedonismo de tal forma que la natalidad no deja de descender?
Sí, creo que Mark Steyn acierta cuando dice que el Estado asistencial ha fomentado en la población una mentalidad de “niños mimados” a los que papá Estado les resuelve las necesidades básicas, y que por tanto viven en el presente y no desean pensar en problemas de largo plazo como la inexistencia de relevo generacional.
Por otra parte, las políticas estatales del último medio siglo han contribuido no poco al debilitamiento de la familia. Me refiero, por ejemplo, al facilitamiento del divorcio (divorcio exprés); la redefinición del matrimonio (sí, el matrimonio gay, que corta el vínculo conceptual entre matrimonio y procreación, y por tanto afianza en la sociedad la convicción de que el matrimonio sólo tiene que ver con los sentimientos, y no con la reproducción de la especie); la imposición en las escuelas de una educación sexual que fomenta la sexualización prematura de los jóvenes y las relaciones sin compromiso, en lugar de inculcar el ideal matrimonial y familiar; la promoción estatal (subvenciones, educación, etc.) de la ideología de género, que niega la binariedad sexual humana e intenta sustituirla por un delirante espectro de infinitas variedades; también, la promoción de un feminismo radical que siembra la desconfianza entre los sexos, criminaliza al hombre y denigra la maternidad como “servidumbre biológica”.
Con la salvedad de Polonia, donde hay cierto auge del liberalismo conservador y la defensa del libre mercado, el liberalismo conservador no tiene solidez suficiente en Europa -cosa que no ocurre en los Estados Unidos-. El Partido Popular Europeo y los tories británicos han virado al centro-izquierda. En España, no hay derecha en el parlamento y no goza de la suficiente voz en el mainstream mediático.
Ante este panorama, dos cuestiones: ¿Qué cree que debería hacer la derecha europea para fortalecerse y abrazar la cultura pro libertatem que caracteriza a la americana y es notoria en territorios conservadores como Texas? ¿Cuál es su perspectiva de cara a los próximos 2 años para la derecha española, tanto en plano activista-intelectual-sociológico como partidista?
Prácticamente no existen partidos liberal-conservadores en Europa occidental (es decir, que apuesten simultáneamente por la liberalización económica, la reducción del tamaño del Estado, la protección de la vida desde la concepción y el fortalecimiento de la familia). Sí parece haberlos en Europa central y oriental: el FIDESZ de Viktor Orban, por ejemplo, ha bajado los impuestos al tiempo que aplicaba políticas exitosas de desincentivación del aborto y promoción del matrimonio y de la natalidad. La Alternative für Deutschland podría ser una excepción: su programa es liberal en lo económico y conservador en lo moral-cultural, aunque no comparto su rechazo del euro (que, como explican Carlos Rodríguez Braun o Jesús Huerta de Soto, ha evitado frivolidades inflacionista-monetarias de los gobiernos) y de la UE.
En cuanto a España, creo que VOX es un partido nítidamente liberal-conservador: su apuesta por la libertad de expresión y de cátedra (rechazando, por tanto, los nuevos dogmas de la corrección política en temas como memoria histórica, homosexualidad, género, etc.) y la bajada de impuestos y aligeramiento del Estado es muy clara. Y también su defensa de la vida, la familia y la natalidad.
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