Una gran parte de la sociedad habla continuamente de fraude fiscal, hasta el punto de que el Estado nos bombardea con publicidad y lemas falsos como «contribuimos para recibir», «si no pagas el IVA no habrá colegios o centros de salud públicos», y demás mentiras propias de la propaganda estatista, la cual ha triunfado dentro del pensamiento único, haciendo ver que solo el Estado puede hacerse cargo del bienestar de las personas, cayendo en la «falacia del proveedor único»1.
En España, al contrario de lo que dice la mayoría de la izquierda, no existe un informe -con datos y su correspondiente metodología- donde se indique en qué tramo de renta existe mayor fraude fiscal. Los que dicen que «las altas fortunas cometen mayor fraude fiscal» sencillamente están mintiendo. Ya saben, la izquierda y la mentira como arma revolucionaria.
Al contrario de lo que muchos partidos -como Podemos, por ejemplo- piensan, el fraude fiscal no tiene solución mediante un aumento de los inspectores de Hacienda, lo que conllevaría una mayor burocracia, por tanto más impuestos y mayor control. Aquellos que piensan que cualquier problema se resuelve con más normas y más control sufren el «síndrome del dictador», descrito por el libertario estadounidense Harry Browne.
Uno de los efectos clásicos del síndrome del dictador es que las regulaciones creadas para salvar al mundo siempre acaban trayendo más regulaciones y más Gobierno. Esto se debe a que las soluciones a los problemas que generan los políticos siempre se arreglan con el sistema de la patada para adelante1: si cualquier programa del Gobierno no funciona, se le asigna más dinero sin estudiar realmente los problemas o deficiencias que pueda tener. Si el Gobierno crea más paro, distribuye más subvenciones; si los programas contra la pobreza no funcionan, simplemente se les da más dinero; si nadie va a ver películas españolas, les aumentan la subvención. Y así hasta la quiebra total.
Para reducir el fraude fiscal no es necesario ir haciendo más grande la máquina estatal, pensando que así arreglaremos algo. ¿Qué hacemos si aun aumentando los inspectores de Hacienda hasta un ratio que consideren apropiado los burócratas y los políticos sigue existiendo fraude fiscal? ¿Seguiremos aumentando los inspectores hasta que el ratio sea un inspector por persona, que vaya detrás nuestra todo el tiempo para ver si defraudamos o no? No necesitamos más control, sino más libertad.
¿Por qué no probamos otra cosa? ¿Qué tal si bajamos los impuestos? Existe una relación directa entre presión fiscal y fraude fiscal -correspondiente a impuestos- en un Estado. A mayores impuestos, más fraude, tal y como demuestra el siguiente cuadro2.
Por tanto, bajando los impuestos se daría la situación inversa. A menos impuestos, menos fraude. Algo que también es lógico y de sentido común.
Por ello, creo que para resolver el fraude fiscal se deben bajar los impuestos y devolver a la sociedad el dinero que es suyo -recordemos que el Estado utiliza la coacción y la violencia para obtener sus recursos-. Aumentar el número de inspectores solo agravaría el problema por los citados «síndrome del dictador» y sistema de «patada para adelante». Ya sé que la mayoría de la sociedad española preferirá más control y más inspectores antes que menos impuestos. Es lo que tiene vivir en una de las sociedades más anticapitalistas de Europa3.
1: El Gobierno es el problema. Jorge Valín
2: Por una derecha liberal. Lorenzo Bernaldo de Quirós.
3: Estudio Values and Worldviews, presentado por la Fundación BBVA (2013).
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DAVID MUÑOZ LAGAREJOS (Madrid, 1993)
Estudiante deLGrado en Ciencias Políticas y Gestión Pública en la Universidad Rey Juan Carlos.
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