Pensamiento liberal
Normalmente la defensa del pensamiento liberal se hace sobre la premisa de una mayor eficiencia de la economía de mercado y el capitalismo sobre los modelos socialistas e intervencionistas, de la preponderancia de la empresa privada sobre la pública.
¿ Es el liberalismo más eficiente ?
En fin, se pone el acento y el énfasis en cuestiones económicas, de productividad y eficiencia, pero y ¿si el liberalismo no fuera más eficiente que la socialdemocracia y la planificación centralizada?
¿ Qué pasaría si se demostrase que el libre mercado no fuera más eficiente que el socialismo ?
¿ Deberíamos por ello de abjurar de nuestras ideas ?
¿ Deberíamos agachar la cabeza ante los planificadores ministeriales y los burócratas? ¿Deberíamos plegarnos al «bien común» decretado por los gobernantes ?
Sin duda así deberíamos de obrar si considerásemos que la justificación y nuestra defensa de la sociedad abierta se basara exclusivamente en motivaciones estrictamente económicas y quedara acreditada la mayor eficiencia del estatalismo.
La superioridad del liberalismo
Pero la clave y la superioridad moral del liberalismo precisamente está no en los resultados, sino al margen de ellos.
Porque la verdadera fuerza del liberalismo está en que es la única cosmovisión verdaderamente moral.
La única plenamente humana.
La única que respeta a la persona en cuanto que persona, que respeta su soberanía individual y que no la supedita a fantasmagóricos intereses colectivos.
Aquella que se sustenta en el libre albedrío y en la libertad, tanto para errar como para acertar.
¿ Que permite el liberalismo ?
En definitiva, el liberalismo permite que cada cual busque su camino para encontrar la felicidad o aquello que de sentido a su vida.
No establece ningún modelo de felicidad oficial y no supedita a la persona a la consecución de ningún logro gubernamental ajeno a la voluntad individual.
El liberalismo permite a cada cual su propia autorrealización personal.
No impide el gremialismo, ni los estrechos lazos de comunidad, ni la solidaridad, tan sólo exige voluntariedad.
Porque la libertad implica voluntariedad y ambas (libertad y voluntariedad) hacen que dentro de la sociedad un grupo humano decida renunciar a parcelas de su libertad, pongan en común su propiedad, antepongan a los suyos los intereses de la comunidad o vivan conforme a su su religiosidad.
Sólo el liberalismo nos protege frente a la agresión externa y nos permite vivir de acuerdo a nuestra voluntad.
Sin la presión de una ideología oficial, ya sea ésta el laicismo militante, la confesionalidad estatal o el igualitarismo empobrecedor.
Conclusiones
Ahí está la verdadera fuerza del liberalismo, en la ausencia de coacción y la libertad para vivir nuestra vida de acuerdo a nuestras convicciones.
Ahí radica su superioridad moral y no en ser el mejor sistema para alcanzar la prosperidad material.
Por eso insistir en basar la defensa del liberalismo en sus mejores resultados a la hora de multiplicar la riqueza y generar prosperidad nos puede llevar a concluir que la defensa de las sociedades abiertas y la libertad no son más que un medio y no un fin.
Así que si me preguntaran y ¿si el liberalismo no fuera más eficiente que la estatismo?»
Les contestaría: «me da igual».
JAVIER JOVÉ SANDOVAL (Valladolid, 1971) Licenciado en Derecho, Máster en Asesoría Jurídica de Empresas por el Instituto de Empresa y PDG por la Universidad Oberta de Cataluña, desde el año 2.000 desarrolla su carrera profesional en el sector socio sanitario. Es Socio Fundador del Club de los Viernes y miembro de la Junta Directiva del Círculo de Empresarios, Directivos y Profesionales de Asturias. Actualmente escribe en El Comercio y colabora habitualmente en Onda Cero Asturias y Gestiona Radio Asturias.
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