La gestación subrogada
Nuevo tema en el debate político: la “gestación subrogada”; y muchos liberales, reacios a prohibir, sentimos cierta contradicción interna en temas, como éste, que van más allá de principios políticos o económicos.
Por ello nos preguntamos si podemos estar, desde una visión liberal, en contra de la gestación subrogada.
Tipos de liberalismo
Podemos distinguir tres tipos de liberalismo: un “liberalismo político” que defiende los derechos políticos y libertades civiles (democracia, separación de poderes, imperio de la ley, libertad religiosa…).
Hoy en día, salvo los comunistas y populistas más recalcitrantes todos se llaman liberales en este sentido.
Un segundo tipo sería el “liberalismo económico”, que se sostiene sobre tres pilares: derecho de propiedad, desregulación económica (libertad de empresa, competencia) y Estado limitado (sector público reducido).
Aquí ya son menos los representantes políticos que se autodenominan “liberales”; y raramente, los que así se llaman, intentan transformar la sociedad con base en estos pilares.
La unión de ambos liberalismos identifica al liberal clásico que rechaza la intervención del Estado en la economía.
El Estado y los asuntos éticos
Pero el Estado, además de en la economía, también interviene en asuntos éticos y así llegamos a un liberalismo que podríamos adjetivar de “social” que defiende la libertad del individuo en cuestiones personales, prohibiendo injerencias en su voluntad cuando no afecten a terceros.
Es entonces cuando los conceptos se desordenan y no sabemos etiquetar; muchos que viven en las antípodas del liberalismo económico se autocalifican ahora de liberales y algunos que se consideran defensores del laissez faire quieren limitar conductas entre particulares.
Las tendencias políticas se invierten y los “liberales económicos” se cruzan con los “liberales éticos”, hacia un lado y otro del espectro político.
Así, un anarcoliberal podría extender, de la economía a la ética, el argumento de que el mejor juez del interés individual es uno mismo y así rechazar cualquier intervención del Estado en decisiones individuales si no colisionan con derechos de terceros.
¿Pero dónde acaba, si es que se admite algún límite a ese razonamiento, el rechazo a la regulación motivada por razones éticas?.
Si no se admiten límites a la libertad individual, se podría llegar a defender desde los toros, los vientres de alquiler y el consumo de drogas o la prostitución, hasta, ¿por qué no?, el tráfico de órganos, el incesto o la zoofilia.
¿Dónde está el límite?
No me malinterpreten: no estoy comparando admirar al Julio fumarse un peta con vender riñones o tirarse a una oveja; solo quiero exponer un razonamiento y preguntar: si la libertad individual es absoluta cuando no afecta a terceros puede permitirse la venta de riñones; y si no, ¿dónde está el límite?.
Un anarcoliberal puro contestará que no hay límite y puede hacerse lo deseado mientras no colisione con otros derechos.
Sin embargo, también existen argumentos (límites), que llevan a un liberal a defender la intervención.
Por un lado (criterio subjetivo), en razón a la persona que debe ser protegida, ante el riesgo de que no pueda formar libremente su voluntad.
La expresión de la voluntad no presupone voluntad, la voluntad no libre no es voluntad.
Y por ello el Derecho protege a personas en situación de desventaja social o económica.
La edad, la presión económica, el miedo, la drogodependencia u otras circunstancias condicionan la voluntad y por ello la Ley establece limitaciones (como por ejemplo una edad mínima para trabajar).
Por otro lado (criterio objetivo), por la cuestión sobre la que se pretende regular; no todo puede ser objeto de comercio; determinadas cuestiones, por afectar a la dignidad de la persona u otras circunstancias son apartadas del tráfico mercantil.
En el clásico debate sobre igualdad y libertad, Tocqueville concluyó que quien prefiera la igualdad a la libertad terminará sin igualdad y sin libertad.
La dignidad humana
Algo parecido podemos señalar de la dignidad humana: podemos llegar a ser más libres pero podemos al mismo tiempo perder la dignidad de ser personas, y así quien anteponga libertad a dignidad puede acabar sin dignidad y sin libertad.
Por ello, siguiendo el Derecho Romano, admitimos las res extra commercium, cosas que, por diversas causas, entre ellas por cuestiones morales, se sacan del tráfico mercantil (los órganos humanos, la nacionalidad o los votos electorales, son ejemplos de ello).
Es cierto que es arriesgado dejar que la Ley determine las res extra commercium y cuándo los ciudadanos deben ser protegidos.
La dignidad humana y la libertad individual
En cada caso, como en el de los vientres de alquiler, será necesario un difícil debate que valore los intereses en juego (dignidad humana y libertad individual).
En cualquier caso, solo sé que un liberal puede estar a favor pero también en contra, pues no desprecia la libertad quien razona desde su raíz, que es el propio individuo y su dignidad y quien, con esos criterios (subjetivo y objetivo), sopesa los intereses y antepone individuo a libertad, por ser éste, el individuo, la razón de ser de la libertad.
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