Una de las ventajas de mi formación es que me ha enseñado a segmentar y simplificar, lo que viene muy bien a la hora de afrontar conceptos complejos o sujetos a múltiples variables. Aplicar las Leyes de Kirchoff, por ejemplo.
La inflación, expresión última del aumento de la masa monetaria por parte de gobernantes u otros poderes, es uno de los mejores ejemplos.
Para entenderla, imagino la influencia en el cambio de las condiciones de contorno de una aldea castellana ideal, autárquica, de una población determinada y en la que sus habitantes comen pan y gachas provenientes de la explotación de sus campos de cereal.
Como explicaba el genial Ibañez en La Historia del Dinero, si para ese pueblo determinado hay una masa monetaria de 10.000 monedas de oro, por ejemplo, idealmente la barra de pan costaría una moneda, ya que el dinero, como el metro patrón o el kilogramo patrón, es un medidor de valor, pero no tiene valor en sí mismo. (Vale, sí, el oro tiene valor intrínseco, pongamos que se trata de paladio, como en la aldea todavía viven en la edad de hierro, para ellos es como si fuese arena) Por ello, si un mago, de la noche a la mañana, duplicase la cantidad de monedas existentes, si cada una de éstas se dividiesen en dos monedas, en los bolsillos y talegas de los aldeanos, como si de la mitosis de organismos celulares se tratara (por no añadir confusión no hablaré hoy de bancos e imprentas), al día siguiente, el panadero habría de cobrar dos monedas por cada barra de pan.
En esas condiciones, es fácil ver la influencia del aumento de la masa monetaria. Si nuestro mago, merced a una piedra filosofal, crease de la nada para su propio beneficio mil monedas al año, cada año los precios, de forma incomprensible para los castellanos, subiría un diez por ciento (bueno, un diez por ciento el primer año, echen Uds. la cuenta para el resto).
Pero si el avance de la tecnología, la introducción de modernas aventadoras, de cosechadoras, etc, abaratase cada año la producción de pan en mil monedas anuales, el consumidor, al ama castellana, simplemente no vería modificación en el valor de la barra de pan. El valor añadido del desarrollo tecnológico iría íntegro a lucrar al malvado mago, ya que los aldeanos no percibirían alza en el precio de los bienes.
Ahora, pónganse en la piel del mago. ¿Cuál sería su forma de actuar, para prolongar la ficción de una moneda que no varía su valor, o lo hace muy moderadamente año a año, mientras él se nutre del valor de aumentar la misma con su piedra mágica?
Existen muchas maneras, aunque a mí últimamente me seduce una muy sofisticada. Se trataría en primer término de comprar todos los diarios y periódicos de la aldea, así como sobornar al pregonero y al párroco, de forma que las principales fuentes de información, los mecanismos formación de la moral estuviesen en su poder. ¿Y para qué? Pues volvamos a Kirchoff.
Imaginen que nuestro mago, raptadas desde otra aldea lejana, trajese miles de personas y sus casas, plantándolas en Castilla. Imaginen que, de la noche a la mañana, la población de la aldea se duplicase, pero los campos de cereal, y las monedas siguiesen siendo los mismos. ¿Se imaginan qué ocurriría en la panadería al día siguiente?
Efectivamente, el precio del pan se mediaría. Si se duplica la población, para una cantidad de moneda fija, el sistema responde deflacionando a la mitad. El valor de la moneda depende del número de usuarios.
Obviamente, el mago necesita los medios de comunicación para vender que los nuevos aldeanos, aunque portugueses, sólo merecen conmiseración y altruismo. Que los salarios bajen pero que los asalariados no entiendan por qué, o que no protesten por miedo a ser vilipendiados. Dejo al lector que eche el cálculo de cuántos portugueses son necesarios al año para que mil nuevas monedas de paladio al año introducidas en el sistema no varíen el precio del pan. Pongamos además que el «error» de cálculo económico del albañil del pueblo dejó construidas casas de más para albergarles a todos ellos. O quizá no fue un error.
Alguien puntualizará que el campo de cereal no podría mantenerlos a todos, pero hay que entender que el sistema es igual de estable con cien orondos castellanos a los que cada año les sobra el trigo que para doscientos famélicos aldeanos que sobreviven con la mitad de gachas o menos. Curioso que para todas las civilizaciones y en todos los periodos de la historia la proletarización de la sociedad haya sido una ventaja para sus élites.
Ciertamente, la aldea castellana y sus 10.000 monedas de paladio me han ayudado para entender muchas cosas de actualidad. Espero que también les ayude a Uds.
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