El periodo estival no suele ser una época de gran relevancia para las noticias económicas, ya que la volatilidad en este campo suele ser baja durante el verano. Los principales dirigentes a nivel mundial se van de vacaciones, los políticos realizan un menor número de declaraciones y los ciudadanos se despreocupan de dichos asuntos durante al menos unas semanas. Pero este verano ha sido diferente. La economía global ha vivido grandes vaivenes a lo largo de estos últimos dos meses, algunos de ellos interrelacionados y muchos otros a nivel individual o por causas políticas.
En primer lugar, viajemos hasta Buenos Aires, donde el pasado 12 de agosto, Alberto Fernández festejaba su victoria sobre Mauricio Macri en las primarias argentinas. Esta victoria del populismo argentino no sorprende en absoluto, ya que a lo largo del año 2018 y debido al nefasto inmovilismo de Macri, la economía argentina se derrumbó un 2,5% en términos de PIB y el nivel de inflación anual alcanzó el 47,6%, llegando a un 50% interanualizado durante los primeros meses de 2019.
Macri llegó a la Casa Rosada en 2015 prometiendo reformas de amplio calado a nivel de mercado laboral, política comercial e incluso una esperanzadora reforma fiscal. Cuando Macri llegó al poder, el déficit de Argentina se situaba en el 6% del PIB, que al no poder ser financiado a través de la emisión de bonos en el mercado internacional (debido a la baja credibilidad y alto riesgo de la deuda soberana argentina), debía ser monetizada por el BCRA. Nada más llegar al poder, Macri levantó el cepo cambiario (restricciones cambiarias para evitar mayor devaluación del peso) sin haber reducido el déficit fiscal de antemano. Cuando el peso ya había perdido más del 50% de su valor respecto al dólar, Macri solicitó una línea de crédito al FMI, que se cerró en 57.000 millones de dólares, sirviendo este influjo de capital para sostener al ejecutivo algunos meses más y atrasar o paralizar definitivamente cualquier atisbo de reforma. Macri y su ineficiente gradualismo reformista sirvieron para hundir aún más a Argentina en un pantano de deuda pública, pero, ante todo, arruinó la única oportunidad que Argentina tenía para ser lo que un día fue. Amigos argentinos, prepárense porque aún queda lo peor.
La solución para Argentina no es fácil, pero desde luego no pasa por un mayor intervencionismo, ni una reintroducción del cepo cambiario, sino por una profunda y liberalizadora reforma fiscal, del mercado laboral y de capitales, potenciando así el atractivo inversor.
Ahora nos trasladamos hasta Berlín para observar el enturbiamiento de la principal potencia económica de Europa, Alemania.
Las señales de riesgo de la economía alemana no engañan, y es que la contracción del PIB del 0,1% registrada durante el último trimestre ha hecho saltar todas las alarmas en el país bávaro. Muchos podrían pensar que este es un mero dato sin importancia, pero no serían capaces de afirmar esto si conociesen el descenso del 7,2% del volumen de exportaciones registrado en junio, prueba de la más que inminente perdida de competitividad de la economía alemana (y europea) frente a diversas potencias, muchas de ellas clasificadas dentro del grupo de países emergentes.
Alemania lleva años liderando Europa precisamente por su gran gestión económica, en parte gracias a las exitosas políticas de austeridad eficiente llevadas acabo por el ejecutivo alemán desde los años previos a la Gran Recesión. Forzar ahora un giro copernicano en materia fiscal no ayudará en absoluto ni a Alemania, ni mucho menos a Europa.
La solución no pasa por un programa de inversión pública de más de 50.000 millones, tal y como propuso el Ministro de Finanzas Olaf Scholz, sino por políticas de oferta que promuevan un incremento de la productividad a través de mayor inversión en bienes de capital, que a su vez serviría para potenciar el sector exterior y las exportaciones, que últimamente están perdiendo fuelle, tal y como comentaba en el párrafo anterior.
Por otro lado, y para completar la tormenta global que ha supuesto este periodo estival en términos de política económica, Donald Trump ratificó la introducción de nuevos aranceles del 10% a 300.000 millones de dólares de productos chinos junto con un aumento del 25% al 30% para todos aquellos bienes sobre los que se aplicase dicha tasa, todo ello a partir del 1 de septiembre. Dicha escalada arancelaría no ayuda en absoluto al comercio global, desestabilizando aún más las cadenas internacionales de valor y restando seguridad jurídica a todas aquellas inversiones realizadas en cualquiera de los dos países involucrados en dicha disputa.
Lo más grave de todo fue la decisión por parte de Trump de nombrar oficialmente “manipulador de divisa” a China, algo que EEUU no ha hecho en 25 años con ningún país. El error de Trump viene de saltarse las directrices para la catalogación oficial de manipulador monetario, las cuales llevan establecidas por el Tesoro desde 1988, siendo este organismo el encargado de analizar estos casos. Dichas directrices se basan en parámetros (volatilidad de la divisa por intervención política, efecto de la intervención en la balanza comercial, etc…) establecidas por el FMI, las cuales Trump ha decidido ignorar, tal y como explico detalladamente en este hilo de Twitter(https://twitter.com/alvaromartinbcs/status/1160217013106696192?s=20 )
Nos encontramos ante un panorama internacional de clara desaceleración económica. Todos los países comienzan a dilucidar sobre que tipo de medidas o reformas podrán ser implementadas a lo largo del próximo año para tratar de reducir las fricciones existentes en la economía global. Abróchense los cinturones.
Estudiante de economía internacional. Defensor del libre mercado desde que tengo uso de razón. Una sola frase para cambiar el mundo: «Laissez faire». Autor de «IN DEFENSE OF FREEDOM», prologado por Daniel Lacalle.
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