Los liberales
El otro día fui a un concierto de jazz.
Cuando estaba entrando al edificio, una persona me para y me dice:
“A ti te conozco de algo. No sé de dónde, pero te conozco”.
Nos quedamos mirándonos mutuamente intentando descifrar la cuestión.
Como faltaban apenas cinco minutos para que comenzara el concierto y, además, yo aún tenía que comprar mi entrada, no tuve mejor idea que cortar el impasse preguntando: “¿Eres liberal?”
– ¿Qué?
– ¿Eres liberal?
– No te entiendo …
Pensé que mi pregunta era suficientemente clara, pero era evidente que no.
Ser liberal en el Club de los Viernes
Expliqué en pocas palabras que formaba parte de El Club de los Viernes, un grupo de liberales “que hablamos de economía y política”, agregué, para acotar un poco la desorientación de mi interlocutor.
Cuando alguien se define como “progresista”, quien lo escucha suele no tener ni idea de a qué hace referencia.
Pero “suena bien”.
“Progresista” se asocia inmediatamente a progreso, mejora, avance, futuro.
No tenemos esa suerte los que nos definimos como “liberales”.
Nunca es “libertad” la primera idea que viene a la cabeza de quien nos oye.
Los primeros lugares corresponden a libertinaje, una moral relajada, despilfarro, prácticas sexuales “diferentes”.
Incluso, directamente, a un comportamiento degenerado.
Nos llamamos liberales
Esa misma gente que literalmente se pierde cuando nos llamamos “liberales” es a la que tenemos que explicar que un sistema económico y social basado en la libertad individual, el derecho de propiedad y el Estado limitado es el que ha demostrado ser, en diferentes momentos y lugares, el más favorable para el conjunto de la sociedad.
¡Cuánto trabajo tenemos por delante!
Esto recién empieza.
Pero hay partido.
¡Ánimo!
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