El marxismo cultural y el marxismo clásico
De entre todos los conceptos que el marxismo ha introducido en el debate de las ideas (plusvalía,explotación,superestructura…), el más productivo para legitimar la prevalencia en la sociedad de sus ideas ha sido el de hegemonía.
El marxismo clásico, que se reputaba a si mismo como científico, no sintió, en principio, la necesidad de legitimar intelectualmente sus discursos acerca de la realidad social, política o económica.
La sociedad comunista y la sociedad capitalista
Las leyes del llamado materialismo histórico y dialéctico explicaban, por si solas, las transformaciones políticas, sociales y económicas.
Según la teología materialista marxista, el advenimiento de la sociedad comunista, sin clases, era una evidencia científica, que no necesitaba de ulteriores legitimaciones culturales.
La dominación capitalista burguesa, primer avance en el desarrollo científico de la historia, colapsaría por sus propias contradicciones de base.
Las propias leyes del capitalismo determinarían su colapso.
Sin embargo el cientificismo marxista se enfrentó muy pronto, en la denominada revolución bolchevique, con el primer cuestionamiento serio de sus leyes del materialismo histórico.
Usando la terminología popperiana, diríamos que la propia experiencia histórica rusa demostraba la falsedad de los planteamientos de Karl Marx y de Engels.
El triunfo del proletariado se había producido en una sociedad, la rusa, profundamente atrasada en lo que al desarrollo del capitalismo se refería.
Esto dio lugar, en el seno de la segunda internacional, a una serie de debates teóricos que involucraron a intelectuales marxistas como Plejanov, Luxemburgo, Kautsky o el propio Lenin.
No obstante la lectura más interesante de la cuestión sobre la cuestión de la hegemonía se la debemos al pensador italiano Antonio Gramsci.
Influido por el pensamiento del idealista italiano Gentile y por la dialéctica hegeliana, el pensador italiano planteaba una vuelta al hegelianismo, aquel que había sido “invertido” por el propio Karl Marx.
No eran las formas de producción las que determinan lo que los marxistas llamaban “superestructura”, más bien eran estas últimas las que determinaban las condiciones de legitimación de los modos de producción.
El marxismo y postmarxismo
Según Gramsci era esencial que la conciencia revolucionaria fuera preparada previamente por una labor de dirección intelectual que planteara una inversión de los valores dominantes de la burguesía y de la iglesia.
De ahí que el marxismo, quizás con la sola excepción del periodo estalinista y con importantes matizaciones, haya dado tanta importancia a la labor de la denominada “intelectualidad orgánica”.
Esta tiene en el marxismo y en el postmarxismo (surgido de la crisis del mismo y de la revolución del 68 francés) una labor fundamental en la erosión de los valores que sustentan las democracias representativas de corte liberal.
La llamada Escuela de Frankfurt, en sus diversas oleadas, ha realizado una inteligente labor de erosión de los principios liberales y conservadores en la sociedad.
La llamada Teoría Crítica ha contribuido decisivamente a hacer “hegemónicas” ciertas ideas, que hoy son muy difundidas en medios de comunicación y ambientes académicos.
Por citar sólo algunos ejemplos; la visión crítica de la relación entre el capitalismo y la denominada “cultura” (Adorno), el uso del arte como medio de adoctrinamiento (Marcuse), la vinculación de los procesos de mercado con el fascismo o con patologías sociales (Fromm) o el cuestionamiento de la legitimidad de la democracia representativa y sus sustitición por otras formás de participación política más democráticas ( Habermas..).
Donald Trump y los críticos
En los últimos días hemos visto desarrollarse una serie violentas protestas en diversas ciudades de los Estados Unidos, a raíz de la elección de Donald Trump como el presidente cuadragésimo quinto de la democracia moderna más antigua.
Más allá de que nos pueda gustar más o menos Trump o de lo disparatado de algunas de sus propuestas, lo que está claro es que movimientos como Black Lives Matter o el Never Trump, en realidad no protestan contra un “potencial” dictador que vaya a destruir las esencias del sistema político americano.
En realidad, la mayoría de los llamados “Trump Haters” son nietos de una amalgama de ideas: el llamado marxismo cultural.
Éste surge de una triple confluencia; la noción gramsciana de hegemonía, las propuestas críticas de los frankfurttianos y de la terminologia filósofica de inspiración francesa.
Su lucha no deja de ser una manifestación de fuerza de unas ideas, las del marxismo cultural, que ellos ya ven como hegemónicas, pero que todavía no tienen la traducción institucional que ellos desearían.
Poco o nada les importa el gobierno mínimo, los contrapesos al poder o los derechos civiles.
La hegemonía cultural
Su lucha es otra; la de mantener esa hegemonía cultural.
Es por lo tanto esencial disputar esa lucha por la hegemonía cultural que nos plantea el marxismo cultural en todo el mundo.
Iniciativas como la de El Club de los Viernes o la más recientemente creada en Polonia (VoiceFreeEurope) sirven como necesariocontrapeso, para desesmascarar el discurso falaz de la nueva izquierda.
Periodista, licenciado en Derecho y crítico de cine.
Deja una respuesta