Es de justicia que al descubridor de algo concreto se le recompense en función del valor «del algo» descubierto.
Bajo esta premisa, los Estados «modernos» inventaron la fórmula de conceder monopolios temporales (patentes) a los descubridores «primeros», de esta forma, esos descubridores podrían producir, en exclusiva, ese producto y ser, de esa forma, recompensados. La idea de partida es buena, recompensar al descubridor y fomentar el desarrollo y el progreso. La ejecución, sin embargo, es nefasta. Es nefasta porque se basa en crear un monopolio artificial por parte del Estado en favor de uno o un conjunto de individuos, es nefasta porque no tiene en cuenta la pérdida de eficiencia social que ello genera y es nefasta, sobre todo, porque constituye una violación de las libertades humanas.

Gracias a este método, el Estado decide si una persona puede o no puede producir algo, si puede o no puede transformar su propiedad libremente hacia algo de mayor valor añadido teniendo simplemente en cuenta cuanto hace desde que a otro individuo se le ocurrió una idea sumamente similar. Básicamente, es otro de esos métodos que el estado utiliza para decirte que puedes y no puedes hacer y que puedes o no puedes hacer con tu propiedad.
Todo esto lo hace, como decía al principio, para recompensar a ese primer descubridor. Pero, ¿esto se puede hacer de alguna otra forma? Si pensamos que es el Estado el que lo debe organizar desde las cúpulas del poder político no, si pensamos que la libre actuación del conjunto de los individuos (mercado) el que debe hacerlo si. El mercado libre se encargaría de recompensarlo, y lo haría en función del valor, lo haría porque tu tienes la libertad de no contarle a nadie tu idea hasta que no te recompensen como crees que deberían (oferta de la idea) en función de cuánto están dispuestos a dar otros individuos para conocer tu idea (demanda de la idea). Esto lo que haría es recompensar evitando una producción monopólica (liberal-libertarismo) porque tampoco contamos con que en el mundo actual varios conjuntos de individuos, en muchas ocasiones, emprenden líneas de investigación paralelas, lo cual hace que todavía sea más antisocial la concesión de la patente.
Se ha entendido como una grave urgencia las patentes farmacéuticas, dado que la concesión de estas en muchas ocasiones implica que sólo las personas con altas rentas pueden acceder a esos productos farmacéuticos (socialdemocracia). Para evitarlo hay colectivos que reclaman la expropiación de patentes para que el Estado lo produzca monopólicamente y lo distribuya libremente a cambio de la amenaza fiscal coactiva contra el resto de individuos para que, finalmente, el Estado lo produzca de forma ineficiente (como suele hacer) y produzca el inevitable final de la escasez del producto (socialismo).
En resumen, en la medida liberal-libertaria el descubridor es recompensado y el mercado libre establece precios asequibles para los ciudadanos, la medida socialdemócrata establece un monopolio artificial en manos privadas, la pérdida de eficiencia que la ausencia de competencia genera y la restricción extrema de acceso lo acompaña, y en la socialista el Estado se hace único productor monopólico de ese producto para derivar en la escasez del mismo (pongamos de ejemplo de resultado de producción estatal el pescado en Cuba, como nos recordó hace algún tiempo el gran periodista e historiador Fernando Díaz Villanueva).
Como en la mayoría de ocasiones la libertad es la repuesta.
Estudiante de Ingeniería de Telecomunicaciones
Vallisoletano.
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