Europa se ha puesto de acuerdo ante el aparente ataque a ese valor absoluto que parece ser la libertad de expresión. Y claro, la progresía de escaparate confluye unánime a manifestarse para que podamos criticar y hacer mofa abierta de la religión sin riesgo. La religión, ese fenómeno intolerante que se opone a las libertades en el mundo.
Ciertamente estas manifestaciones y este coro mediático tienen razón cuando elevan su voz contra los asesinatos de humoristas gráficos por el contenido de sus viñetas, faltaría más. Pero algunos los echamos de menos este acuerdo progre ante los atentados de Nueva York, Londres o Madrid.
Yo defiendo la libertad de expresión siempre, no sólo cuando se trata de humor oficial, libertad de expresión para criticar a Dios, también para criticar a las mujeres, para criticar a los negros, a los blancos y hasta a los judíos.
¿Aceptaríamos con las misma naturalidad una viñeta misógina, antisemita o racista? Probablemente no, probablemente seríamos mucho menos tolerantes con un chiste sobre judíos, negros o mujeres que un chiste sobre Dios.
Y si, yo también soy Carlie Ebdó, o Hebdó, o como se escriba (aunque ellos no hayan sido Madrid, Nueva York o Londres, o ninguno de tantos sitios donde el islamismo ha atentado), pero no confundamos los términos.
El atentado nada tiene que ver con la libertad de expresión. Bueno, nada no, poco, sólo la primera está en juego, la libertad, la libertad a secas, descarnada, la libertad que ellos atacaron antes en tantas otras ciudades sin recibir un rechazo tan unánime. Esta gente mata simplemente a quien no cree en su dios, no a quien critica o hace mofa de su dios, sino a quien no piensa como ellos. Atacan la libertad de conciencia, la libertad religiosa, la libertad y la vida. Atacan nuestro sistema de valores, nuestro derecho a hacer y decir lo que queramos, a vivir como queramos, a creer absolutamente en lo que nos de la gana.
Pero atacan algo mucho más importante, nuestra civilización de libertades y la democracia liberal, esa que permite al hombre escoger para equivocarse. Atacan un sistema que se sustenta sobre el principio democrático liberal, atacan una libertad que sólo responde ante la ley, ni ante un rey ni ante un dios. Atacan nuestra supremacía moral, nuestros siglos de civilización, atacan a Grecia, a Roma, al Judaísmo y al Cristianismo.
Atacan nuestros más de mil años de ventaja sobre ellos. Nos quieren destruir y lo van a intentar, y aunque esto será objeto de otra reflexión, debemos defendernos.
No señores, no está en juego nuestra libertad de expresión, si fuera simplemente eso, la libertad de expresión tal cual la entienden unos humoristas, bien se la entregaba gustoso. Pero no, no es eso.
Esta es una batalla más de la guerra de religión a la que el islam nos obliga cada cierto tiempo, es otra vez repetir la historia cometiendo los mismos errores que cometimos hace más de mil años, y eso es lo que no tiene justificación, que volvamos a caer en el error y nos demos cuenta cuando sea demasiado tarde, puede incluso que ya lo sea.
Estamos divididos cuando ejercitamos mal nuestra libertad de expresión y sólo nos vale para defender lo políticamente correcto, cuando confundimos el objeto de esta guerra, cuando criticamos las palabras del Papa sin pararnos a pensar lo que está diciendo, sin darnos cuenta que nuestra guerra no es contra la religión, sino contra una religión muy concreta. No nos damos cuenta que es precisamente el Cristianismo el que ha procurado al hombre su libertad, mal que les pese a los progres que perdieron la guerra fría sin combatir y pretenden hacernos perder esta guerra para destruir la libertad.
Esa es la guerra a la que nos enfrentamos, la de defender la libertad sobre la base de que siempre es mejor la libertad que todo lo demás; sobre la base de que el mal ejercicio de la libertad tiene un cauce en los estados democráticos para retornar a su cauce, sobre la base de que nuestras democracias sociales necesitan ser liberales, necesitan que recuperemos el espíritu que hace más de 200 años llevo a la fundación de los EEUU, a la Revolución Francesa, a las Cortes de Cadiz y también antes, casi 100 años antes a la Revolución Inglesa, la Gloriosa, la Incruenta. Momentos de universalización de los valores Greco-Romano-Judeo-Cristianos.
Porque sí, lo que hoy está en peligro no es el derecho a hacer viñetas, es nuestra libertad, esa que conquistamos hace no mucho, hace un suspiro en la historia del hombre. Esa libertad que no puede enmudecer y confinarse a los libros de historia porque los cobardes se limiten a la rácana libertad de expresión.
Evidente que la defensa de la libertad no es fácil, nunca lo fue, evidente que no se trata sólo de armas, obvio. Pero la batalla hay que darla, pues como dijo Burke when bad men combine, the good must associate; else they will fall, one by one, an unpitied sacrifice in a contemptible struggle. Porque señores, cuando está en juego la libertad al final está en juego la vida.
Ocurrió hace no mucho, 70 años o así, con enemigos más reconocibles, ahora la lucha es otra, pero siempre luchamos por lo mismo, por nuestra libertad.
GONZALO BOTAS
Abogado Colegiado en los Colegios de Abogados de Oviedo y Gijón, desde Julio de 1.993. Master en Derecho y Transmisiones Electrónicas por la Universidad de Valencia. Diplomado en Derecho Ingles por la London School of Economics. Diplomado en Comercio Exterior por el ICEX. Participante en el Vienna International Model United Nations ’95 (Programa Oficial de la ONU para la Conmemoración de su 50 Aniversario, Experto por la UNED en Propiedad Intelectual, dedicado principalmente al derecho penal, sucesiones, familia y responsabilidad civil.
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