Permítanme, antes de todo, hacer un breve comentario por la cantidad de cartas electrónicas que me han girado al respecto de mi artículo previo. La mayoría de ellas van sobre un matiz que pensé que era evidente aunque estaba implícito pero que voy a tener que explicitar, porque veo que ha creado confusión.
El artículo se titula por qué un liberal es más de derechas que un conservador, y no por qué un liberal es más de derechas que un facha por una razón bastante sencilla, y es que no creo que a estas alturas nadie pueda discutir que, en el fondo político, el falangismo / fascismo son esencialmente ideologías de izquierdas. Por lo menos, para aquellos que nos ceñimos por la razón y no por las etiquetas, lo tenemos bastante claro.
En realidad, esto daría para otro artículo, que tendría que titularse por qué un liberal es más de extrema derecha que un facha, pero reconozco que, sin usar el gráfico de Nolan como pretendo evitar en esta serie, acabaría rozando demasiado peligrosamente la demagogia.
Y bueno, reconocer también que me habéis pillado. Por este mismo argumento, efectivamente, dejar en la consideración de la gente de izquierda lo que es o no derecha, como hice en el anterior artículo con sanidad y educación, es una vil trampulla indigna del nivel intelectual del lector de este portal.
Tendré, por ello, que desglosar esos temas desde el prisma liberal y conservador para establecer qué visión es más “de derechas” y no escabullirme, pero no me dará ya el té para hacerlo en éste.
Así que voy a seguir con la consideración de “derechosidad” del derecho civil, según la visión liberal y conservadora.
Sin anestesia, seguiremos por ejemplo con el matrimonio entre homosexuales. En principio, ambas visiones van a rechazar la denominación de matrimonio a la unión civil entre dos personas del mismo sexo. Nada raro, al final se trata de ser claros en el lenguaje, y éste no se puede pervertir. La praxeología manda,y después de siglos denominando matrimonio a la unión de un hombre y una mujer, pretender ampliar la definición es un estúpido ejercicio de neolengua.
Una unión civil puede tener una justificación, que hoy se olvida en el debate, nudamente de conservación patrimonial. Los aragoneses lo tenemos fácil. En nuestro fuero, existe la figura del casamiento en casa, una deliciosa joya liberal que otorga a la “casa” (entendida como el hogar y las fincas que lo hacen económicamente independiente) una entidad jurídica con derecho a la supervivencia por encima de sus propietarios (¡accionistas!). Pues bien, era perfectamente legal casarte en casa con una persona de tu mismo sexo.
Yendo al grano, la verdadera razón por la que el conservador rechazará la unión civil de personas del mismo sexo es porque eso en teoría otorga a los homosexuales derecho a la paternidad. Bueno, en realidad, en el caso de parejas homosexuales masculinas, a la adopción, porque en el caso de la homosexualidad entre mujeres, la maternidad es imposible de evitar. Hay que entender que el derecho a la paternidad o maternidad por los propios medios es anterior e independiente de contrato o ley alguna. No me meteré ahora en el jardín de la gestación subrogada, pero es evidente que, si sacas a los homosexuales de la ecuación, el debate, incluso entre los propios conservadores, puede cambiar y ser curioso.
Y es en la adopción, donde legalmente, incluso en el universo liberal, los “casados“ pueden encontrarse con un problema, y es que los huérfanos o carentes de tutor, como ciudadanos menores cuya patria potestad corresponde al estado, aunque éste sea minárquico, van a tener derecho a una cesión de su patria potestad de forma responsable, y me temo que para que la evaluación forense de una pareja de homosexuales como tutores les califique como aptos, hay mucho trecho que recorrer.
Ya para una pareja heterosexual los estándares de exigencia de estabilidad, cariño e independencia económica son elevados, pero si vamos a la faceta emocional y psicológica, creo que una sociedad responsable no puede ser ajena a las consecuencias que ya se pueden evaluar de la adopción por parte de parejas homosexuales o a la crianza de menores sin figura paterna. Como digo, desde el punto de vista de la responsabilidad del estado como tutor que lo cede a estas parejas, (que aunque mínimo, obviamente tendría ésta entre sus competencias legítimas) es algo muy serio.
En resumen, aunque la visión liberal admita la unión civil entre personas del mismo sexo, no está nada claro que eso implicase condición suficiente menos aún mérito para ser acreedor de derecho a la adopción alguno. El planteamiento liberal atendería y solucionaría una necesidad civil ya resuelta de forma tradicional mediante derecho consuetudinario. Tradicional y eficaz para la nación, más de derechas no puede ser.
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