Hace poco vi una charla o entrevista a don Antonio Escohotado, en la que comentaba lo importante que era para él cambiar de opinión respecto a cualquier tema. Porque significa que, sabiendo algo de antemano, has logrado descubrir y aceptar una idea diferente, que seguramente chocaba con una visión del mundo muy introducida en tu ser.
Eso me hizo pensar en lo mucho que he cambiado yo mismo en mi forma de ver el mundo, España, lo que es bueno o malo, justo o injusto. Como adolescente, naturalmente tuve un pequeño flirteo con ideas comunistas. Qué justo sería privar a las empresas y a los individuos de un egoísmo que empobrece y explota a los demás. Hacer prevalecer el interés general sobre el interés particular. Esa etapa igualitaria se marchitó pronto tras observar a mi padre, un autónomo incansable y sacrificado. Pasó a ser el individuo, trabajando para sí mismo y para su familia, el que mayor riqueza creaba. Comprendí que compitiendo con otros se crea un marco en el que se innova, se racionaliza y se ofrecen mejores servicios. Y en ello vi que la propiedad privada es fundamental, la base de cualquier otra libertad. En lo económico no me iba a mover demasiado a partir de los 17 años. Capitalista, aunque aún influenciado por la necesidad de un Estado que regule y arbitre.
Durante el bachillerato comencé a forma mis ideas políticas, muy marcado por mi gusto por la Historia (que casi siempre es Historia del Estado). Fue mi etapa de nacionalismo español. Veía con malos ojos las autonomías, con sus egoísmos, sus deslealtades y chanchullos. Prefería una centralización sin privilegios fiscales ni de competencias. Esto incluso me llevó a dejar de apoyar al Barça por cuestión de nacionalismos.
Cursando mi carrera de Historia rehuí las dos corrientes recalcitrantes que España arrastra en materia histórica: tanto la mítica e imperial como la la de la omnipresente Leyenda Negra. Quiero pensar que mantuve cierto pragmatismo y elegí el rigor, alejándome de tópicos e infantilismo. Muchas de estas ideas, unas y otras, nos las habían intentado colar desde el colegio y el instituto. Por suerte las pude desechar con cierta facilidad, unas veces porque el dogmatismo saltaba a la vista y otras investigando, estudiando y comparando unas tesis contra otras.
En los últimos años, tras acabar mi grado y mientras preparaba unas oposiciones a profesorado, tuve la fortuna de renovar mi interés sobre la economía, la política y la Historia a través de varios autores. Maquiavelo, Hobbes, Rousseau, Marx, Gramsci, Fogel, Hayek y otros tantísimos. Youtube me descubrió además conferencias de Rallo, Anxo Bastos, Escohotado, Ayn Rand, los hermanos Garzón, Raventós… Estos años de estudio me han hecho valorar tantas cosas en las que creía… He tirado abajo varios muros que parecían imbatibles en mí ser, y volviendo la vista atrás me siento hasta mareado por el cambio. Pasé de ver al Estado como algo innatamente positivo a verlo bajo la óptica del Estado depredador. La función social de la propiedad como un ataque directo al individuo. Los impuestos como un robo, y encima mal gestionado en sanidad, pensiones, educación… Un giro completo que di fue desde la prohibición total de las drogas a su normalización y despenalización. A Escohotado le agradeceré mil veces su aporte al papel de las drogas, y más recientemente el origen del comunismo en su obra Enemigos del Comercio.
De ese modo, mi nacionalismo se ha ido desvaneciendo lentamente. Ya no creo en la centralización, si no en la atomización del poder estatal. Cuanta más competencia haya en materia fiscal y de libertad, entre comunidades o municipios, mejor para todos. También empiezo a aceptar el derecho de secesión. Creo en una España unida más en lo cultural y no tanto en lo político. El caso catalán me apena y no puedo terminar de apoyarlo, porque no avanza hacia la libertad, si no hacia un Estado aún más fuerte y excluyente. Y una charla reciente con un independentista me ha confirmado muchos temores de hacia dónde van los tiros.
Ahora mismo me definiría como un anarcocapitalista en lo filosófico, y un liberal minarquista en la práctica. Los problemas del anarquismo me parecen muy interesantes de debatir. Creo que, en la tensión constante que se da en el ser humano entre libertad y seguridad, las crisis, las inseguridades y el miedo siempre llevan a la necesidad de buscar un agente protector (el Estado). Otras dudas que tengo son respecto al marco legislativo y el de la seguridad en anarquismo.
Qué razón tiene don Antonio cuando habla sobre cambiar de opinión. Rememorando lo que pensaba y lo que pienso, creo que he crecido, que he madurado al no encerrarme entre ciertas ideas. No quiero Ideas escritas con mayúsculas. Más bien ideas con minúscula, basada en el estudio constante, poniendo a prueba lo que tienes aprendido con lo que aprendes día a día. Por favor, háganme cambiar más veces de opinión.
Graduado en Historia. De Avilés, Asturias.
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