Esta y no otra es nuestra batalla, nuestra misión. Durante demasiados años el liberalismo español ha estado demasiado pendiente de la política de partidos, esperando que surgieran políticos más o menos liberales, el más famoso de los cuales sin duda ha sido Esperanza Aguirre, del Partido Popular. Pero de este modo el liberalismo español no ha hecho más que contribuir a la hegemonía cultural socialdemócrata que todo lo fía a la lucha electoral por el poder del sacrosanto Estado. Cuando esta larga hegemonía socialdemócrata ha parido un monstruo neocomunista como Podemos, la lucha por recuperar la esencia del liberalismo -la sociedad civil- se ha hecho más necesaria y pertinente que nunca.
Hay que recuperar la sociedad civil, para empezar, en el terreno de la educación. Las desastrosas y doctrinarias leyes de educación del PSOE han causado un elevado fracaso escolar, un altísimo paro juvenil y en general una sociedad inculta y aborregada. Nos indignan los ataques a la educación concertada católica, pues es un reducto de sociedad civil, en este caso religiosa. Pero recuperar la sociedad civil y su iniciativa privada en el terreno de la educación significa ir más allá. Significa reivindicar la pura y simple libertad de empresa, la libre creación de escuelas privadas de bajo coste, en absoluto elitistas (aunque tampoco cabe excluir tal posibilidad, pero de hecho estas ya existen), cooperativas de profesores y padres de rentas medias y bajas. Estas cooperativas existían en España en los años 80 (yo me eduqué felizmente en una de ellas), pero el Estado (en este caso las comunidades autónomas) las convirtieron en “públicas”, echándose a perder la libertad de los profesores, la responsabilidad de los padres y la calidad educativa de los alumnos. Una pérdida que explica el ascenso del monstruo de Podemos y que ningún político más o menos liberal de ningún partido político más o menos liberal puede ya contrarrestar, si acaso detener temporalmente en el mejor de los casos.
Debemos, pues, olvidarnos de pujar por este o aquel político liberal. Debemos ser más ambiciosos. Debemos impregnar de liberalismo popular a todos los partidos políticos, y, para empezar, a la misma sociedad civil, instándola a recuperar su libertad, sus derechos básicos, su elemental iniciativa de resolver los problemas por sí misma sin la imperiosa necesidad de la intervención providencial del Estado. “Pueblo”, “gente”, incluso “patria” -aunque esto no deja de ser más discutible si no queremos caer en el patrioterismo que a la postre deviene en estatismo-, son términos liberales, no comunistas disfrazados de democracia radical. Por ejemplo, cuando decimos que queremos un Estado mínimo no se trata, en mi opinión, de exigir un mínimo y suficiente Estado unitario. El liberalismo unitario y centralista fracasó en el siglo XIX español, y a la postre fue poco liberal y muy intervencionista. La descentralización del poder político siempre es buena, siempre, eso sí, que exijamos un Estado mínimo también en los ayuntamientos y comunidades autónomas. Las comunidades autónomas fueron un intento de combinar el austracismo y el borbonismo históricos de España. A mí me parece una buena solución para evitar la permanente guerra civil. Lo que sí debemos exigir es también un ayuntamiento mínimo y una comunidad autónoma mínima. Las administraciones no son el pueblo ni la gente, ni tan siquiera los representan, simplemente administran el marco jurídico de cooperación voluntaria y convivencia pacífica entre esa gente y ese pueblo.
La sociedad civil la formamos los individuos. Y las familias. Recuperar la sociedad civil, que es nuestra batalla más importante, es devolver a la gente su auténtico derecho de elegir y decidir por sí misma cómo quiere ganarse la vida y cómo quiere vivir su vida. Digo devolver desde el punto de vista del Estado: es decir, que el Estado devuelva a sus legítimos propietarios lo que no es suyo sino nuestro. Desde nuestro punto de vista se trata de reivindicar permanentemente la sociedad civil, hablando su lenguaje, empatizando con sus inquietudes, mezclándonos con ella, porque somos al fin y al cabo sociedad civil. Y llegado el caso, debemos arrebatarle al Estado todo lo que se ha arrogado ilegítimamente. Para empezar: las ideas, la cultura, la educación, el conocimiento y en suma la libertad como una reacción natural de defensa de la autonomía personal y de la libertad del ciudadano, se alza la ideología liberal.
Profesor de Filosofía y Ciencias Sociales
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