Hay una extendida opinión según la cual, la Marcha de la Independencia Polaca, celebrada cada 11 de noviembre en Varsovia, con motivo de la fiesta nacional, debida al aniversario del hito histórico conmemorado en la marcha, predominan los neo-nazis y fascistas. Sin embargo, esto es un argumento disparatado para hablar mal del evento y “probar” que nuestro gobierno es nacionalista y xenófobo.
Dicho esto, como patriota polaco, explicaré, por medio de este artículo, la situación al respecto, desde mi punto de vista. Sin embargo, para ello, necesito explicar todo el contexto de la situación de Polonia, remontándonos, para comenzar, al año 1893, año en el que el país no figuraba en el mapa, al estar dividido en territorios germánicos, rusos y austro-húngaros.
Varios movimientos luchaban por la independencia, siendo el más importante la Liga Nacional, cuyo líder, Roman Dmowski, es uno de los padres de la Polonia independiente. Es más, como buen defensor de su causa, formó un partido político, de corte nacionalista, llamado Alianza Nacionalista-Democrática.
Su programa no era muy extenso. No obstante, era considerablemente efectivo. Se basó en la ayuda a los polacos a la hora de cultivar su cultura, conseguir una mejor situación financiera y una identidad financiera a fin de estar listo para el mejor momento para retornar al estatus de independencia de nuestro país.
Tras la I Guerra Mundial, una Polonia libre fue establecida después de 123 años de ocupación, debido tanto a los esfuerzos diplomáticos de Dmowski y a la acción del archi-rival de este, Józef Pilsudski, creador del ejército polaco. Sin embargo, el primero nunca trató de tener una influencia real en política, a pesar de que su partido tenía muchos seguidores.
En 1922, un alocado asesinó al presidente y Pilsudski, exitosamente, trató de acusar a los nacionalistas de dicho crimen. De hecho, en mayo, este incurrió en un golpe de Estado tras el cual, se instauró un régimen autoritario en Polonia, llegando Dmowski entonces a perder ligeramente el control de su movimiento, que sufrió varias escisiones pequeñas, pero muy radicales.
Algunos acusaban a Dmowski de ser antisemita, lo cual es cierto. Este apreciaba a la minoría judía (el diez por ciento de la población polaca) como un grupo en conflicto con los polacos católicos debido a sus intereses económicos. Pero no deseaba exterminarlos, a diferencia de Adolf Hitler. Es más, nacionalistas demócratas como San Maximiliano Kolbe salvaron a muchos judíos del Holocausto.
Después de la II Guerra Mundial, Polonia cayó bajo la influencia soviética y llegó a ser un Estado comunista. Entre los años 70 y 80, la oposición anti-comunista empezó a crecer, con el izquierdista Adam Michnik como figura relevante. Este señor es Editor Jefe de Gazeta Wyborcza, un diario polaco “progre”, que es el más relevante de ese segmento ideológico en el país.
Este señor creyó que los “demonios del nacionalismo polaco” podían crecer y librar una guerra civil, llevándose una desilusión cuando la historia puede demostrar que no se llegó a tal extremo. Eso sí, en 1989, fundó el diario izquierdista previamente mencionado, tras el acuerdo de los comunistas con la oposición.
Michnik es considerado un político por muchos, y utiliza su periódico como otra manera de hacer política. Principalmente promueve la “identidad europea” a costa de las soberanías nacionales, desprecia el patriotismo y la religión, y promueve el liberacionismo moral y sexual (causas del marxismo cultural)
De hecho, tras la formación, en 2015, del gobierno de derechas del partido Ley y Justicia, la prensa izquierdista empezó a hacer todo lo posible para derrocar al mismo. Han desarrollado una manera sencilla de atemorizar a una parte eurófila de la sociedad de que perdimos nuestro peso, proyección y posicionamiento internacional.
Es más, estos tienen aliados periodísticos polacos, de izquierdas, con un puesto de trabajo en influyentes medios de comunicación extranjeros que redactan artículos con títulos tales como que “Polonia viola su constitución”. Tras ello, los medios polacos, que a sí mismos inspiran estos artículos, los citan y crean noticias tales como que la prensa europea condena a Polonia.
La Marcha por la Independencia del año pasado fue el mejor ejemplo de ello. El nacionalismo polaco es un movimiento marginal a día de hoy, que no ha logrado su fortaleza anterior tras la caída del comunismo. Pero con el tiempo empezó a reconstruirse, recordando a las masas cosas sobre los “Soldados Malditos” y convocando dicha marcha anual.
Dicho evento es la mayor demostración política anual, que reúne no solo a nacionalistas, sino también a gente normal, incluso a familias que llevan a sus criaturas. En 2017, 60.000 personas marcharon juntas para tan solo celebrar la fiesta nacional. Eso sí, las consignas anti-semitas, fascistas y xenófobas de algunos radicales supusieron un problema para los creadores de la marcha.
Sin embargo, los diarios de prensa extranjeros alarmaban de que se trataba de una marcha de seis decenas de millar de nazis, a pesar de que de ninguna manera puede ser considerada allí. Luego, Plataforma Cívica, principal partido de la oposición, de centro-izquierda, y socio del Partido Popular español, pidió la dimisión de la entonces Primera Ministro Beata Szydlo.
No obstante, actualmente es difícil relacionar al partido gobernante con los nacionalistas, pues este respalda la Unión Europea en cierto grado y ayuda a los ucranianos, mientras que los nacionalistas son euroescépticos y odian a estos vecinos eslavos. Y ya concluyendo, creo que hay evidencias suficientes para demostrar que los patriotas polacos no son nazis.
Nacido en 1995. Estudiante de Derecho en la Universidad Jagielónica de Cracovia (Polonia). Miembro de la asociación liberal-conservadora KoLiber. Fan de la lucha profesional, los libros de fantasía y los videojuegos de ordenador. Ideológicamente se define como conservador pro-mercado.
Deja una respuesta