Los de arriba son los progres. Es, definitivamente, el conglomerado de medios de comunicación, políticos y determinados empresarios quienes pretenden terminar el asalto a España, a los españoles y a las riquezas que se han generado y se puedan generar desde una economía, aún hoy, mayormente libre.
Los de abajo son, ahora, la larga cadena de españoles que ven mermados sus ingresos, que ven recortadas sus prestaciones sanitarias y educativas, las obtengan como las obtengan, por la otra cadena, la del poder emergido de feministas radicales, colectivos seudomarginales, parados, inmigrantes de mala actitud y fragmentadores de la sociedad y de los territorios de España. Todos ellos acumulan agravios inventados y sobrevalorados que ya la sociedad liberal tenía y tiene en camino resolver en sus justos términos, fuera de las exageraciones que el Consorcio nos presenta.
Frente a esta situación, quienes deseamos un régimen de libertades auténticas, de prosperidad trabajada con talento y disciplina y con un Estado que anime y no que empobrezca, tenemos dos vías simultáneas de ataque:
- Romper la cadena de agravios y agraviados que el Consorcio está aglutinando.
- Construir una cadena alternativa de agraviados por el Consorcio.
Para la primera de las tareas existe la solución clásica que políticos partidarios de las democracias liberales y liberales más puros rumian una y otra vez en un bucle sin fin y sin salida: ofrecer a cada uno de los ensalzados perversamente por el Consorcio una alternativa institucional, liberal, demócrata. A las mujeres y al mundo de seducidos por modos de vida sexualmente diferentes se dirigen con la propuesta, siempre sensata, siempre justa, de la igualdad ante la ley, de la consideración de los individuos como iguales, con libertad para llevar a cabo vidas privadas libres. A los sectores dañados por las políticas de crecimiento del sector público asistencial (parados, niños, ancianos, familias,…) les ofrecen más proteccionismo público y, así, gravar impuestos y regular una y otra vez la vida y las relaciones entre los españoles, terminan empobreciéndolos y aumentando el número de parados, de niños con carencias, de familias, sin recursos y de trabajadores por cuenta ajena, trabajadores autónomos que abandonan su estatus para engrosar el número de empleados o de parados. Sí, es esta una estrategia perversa, la del Consorcio, pero les funciona.
De nada sirve ofrecerles las alternativas necesarias del mundo institucional democrático-liberal. No sirve porque, si bien son las mejores con mucho, han sido desprestigiadas por décadas de propaganda y culpadas por codiciosas y causantes de la pobreza y marginación relativas que ciertos sectores perciben.
La tarea no es, pues, ofrecer esas soluciones, aunque hay que seguir haciéndolo en segundo plano y es, también necesario tenerlas como objetivo último. Sin duda que hay que reponer esas soluciones e ir hacia ellas, pero el método no es exponerlas, sino combatir a la nueva casta real, al Consorcio.
Romper la cadena de alianzas de éste supone no ofrecer, sino denostar; no proponer, sino denunciar la corrupción profunda que practican, la absorción de recursos de todos a través de subvenciones, favores empresariales y de una pública actitud agresiva con el fin de extorsionar. Los españoles deben, debemos organizar un entramado especializado en denunciar y sistemáticamente los adoctrinamientos, las subvenciones, los favores, el empobrecimiento y, especialmente, la cristalización de esta casta llamada Consorcio progre que, por una vía aparentemente inexorable, convierte a España en un país mísero, desunido y humillado. Esta estrategia de denuncia es la única realista, pero solo será efectiva si lo hacemos presentando la síntesis de ella. Existe un plan concreto para llevar a España a la ruina y ese plan está elaborado y coordinado por un auténtico Consorcio. Es este entramado coordinado (aunque no exento de divisiones internas que hay que fomentar) el que debe ser no solo denunciado, sino presentado como resumen de todas y cada uno de los daños y de los damnificados.
Y aquí va la segunda de las tareas: construir una cadena de perjudicados por el Consorcio y por su absorción de recursos públicos y privados, por el abandono de las políticas económicas eficaces y liberales, por la invasión de las vidas privadas y por el encarnizamiento contra quien se atreve a contestar a su discurso destructivo.
Insisto en que esta segunda parte, la reunión de todos los dañados, debe hacerlo no al modo clásico, no con ofertas electorales de medidas y favores, no con pedagogía gris y técnica, sino desde el corazón. Sí, desde las emociones, desde aquellas que les harán reaccionar con pena por la decadencia que va viniendo y con rabia contra el causante de todas y cada una de esas penas: el Consorcio progre.
Parados, familias, mujeres, homosexuales sensatos, empresas, personas con talento, personas, mayores, niños tiene sus vidas vacías de futuro y llenas de falsas ilusiones inducidas por la nueva casta. Ellos, pues deben no tanto saber, sino sentir que sus penas se transforman en hartura, en rabia, en basta ya. Y que esta hartura tiene un destinatario único al que hay que derrotar definitivamente. Quizá no sean muy conscientes de que las soluciones a las personas y a las naciones llegan por programas políticos, jurídicos y económicos liberal-democráticos, pero sí pueden sentir claramente que no llegan por el asalto al poder que el Consorcio está perpetuando.
Y hay más. Esa cadena de verdaderas víctimas que debemos construir han de sentir que una idea simple y contundente es la respuesta a cada una de las personas, es la respuesta a su pérdida de identidad, a su pérdida de recursos y de futuro, a su perdido sentido de pertenencia a algo grande, justo y justiciero: España. Es la idea de España y de sus símbolos la que debe ser rellenada de frescura reivindicativa, de síntesis de rabias y anhelos.
Y esto se hace trabajando, hablando, sintiendo, calificando, fomentando y no explicando institucionalmente, ni proponiendo soluciones a cada reto que el Consorcio lanza. Seguir su agenda y sus incitaciones es la vía segura a la derrota.
JOAQUÍN SANTIAGO
Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y en Ciencias Políticas por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). En octubre de 2002 funda la bitácora digital «Asturias Liberal» y en 2005, «España Liberal».
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